domingo, 1 de diciembre de 2013

CIRUGÍA PLÁSTICA REPARADORA vs. ESTÉTICA

Siempre me llamó la atención el hecho de que, como regla general, la gente equipare y confunda los términos de cirugía plástica y de cirugía estética. Aunque los médicos de estas especialidades se agrupan bajo el epígrafe de “Cirujanos plásticos, reparadores y estéticos”, lo cierto es que la cirugía plástica distingue la cirugía reparadora o reconstructiva, generalmente utilizada para restablecer funciones y recuperar miembros, de la cirugía plástica estética, la más popular, que es la que se refiere a procedimientos vistos como médicamente innecesarios y que buscan mejorar el atractivo con el objetivo final de “verse bien”.
Pero, ¿cómo no separar la cirugía estética de la plástica reconstructiva? ¿Acuden pacientes con las mismas patologías? ¿Tiene la misma importancia un rejuvenecimiento facial que un implante de pómulo perdido como consecuencia de un accidente de tráfico? ¿Es equiparable una operación de aumento de pecho, por motivos simplemente estéticos, con el propósito de mejorar su imagen corporal, a la de otra persona que realiza la reconstrucción de su pecho después de haber sufrido un cáncer de mama? ¿Llevan implícitos los mismos condicionantes? 


En un caso, la persona quiere mejorar su imagen siguiendo unos cánones establecidos. En el otro, la persona quiere pasar desapercibida entre la masa, lucha por no ser diferente al resto de la sociedad, pretende ser, en definitiva, una persona “normal”. La cirugía reconstructiva es clave en la vida de la persona pues la separa en un antes y un después de la intervención. Es, además, un medio para terminar con el sufrimiento y reconstruir la identidad, porque aunque sabemos que “nada será igual” (la recuperación nunca será total o completa) sí hay una transformación positiva. Además, a nivel físico la importancia de una intervención reparadora implica, en algunos casos, volver a ser autónomo, un aspecto en absoluto despreciable.
El rostro desfigurado resulta público y notorio. Es imposible que pase inadvertido hasta el punto de que la curiosidad, que una deformación produce en los demás, vulnera a veces el respeto que exige mantener una cierta indiferencia con quien padece esa deformidad física. La desfiguración puede marcar por completo la existencia y la vida de la persona. Las personas que tienen problemas graves en el rostro rechazan vincular su problema con la belleza: no están especialmente obsesionadas por su apariencia. Sin embargo, desean ante todo recuperar, en la medida de lo posible, ese aspecto de su anterior rostro y asemejarse lo más posible al canon normal.
La medicina se ocupa de cosas importantes, tanto de reparar un paladar o un hueso roto como de lograr una nariz más armónica. Pero quizás ayudaría a la cirugía reconstructiva que los medios de comunicación y el público en general no la equiparen, de forma un tanto trivial, con la cirugía estética. Resulta molesto para alguien con un trauma facial que comparen su problema (no deseado) con los deseos de alguien (legítimos y respetables) por mejorar su imagen.

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿DÓNDE ESTÁN MIS AMIGOS?

Después del accidente, todo cambió radicalmente. Hubo una ruptura total con la vida anterior a todos los niveles. En el plano personal, la familia más allegada es la que sirve de apoyo, de sustento emocional. Pero como también sufren mucho, a veces no saben aceptar la nueva situación, y tal vez consienten demasiado y se compadecen. Las que creías que eran tus amigas más cercanas te visitan unas pocas veces al principio y descubres que sólo te querían para vivir lo bueno, salir de fiesta, bailar, hablar de chicos, practicar deporte... Aunque también aparecen las primeras sorpresas, cuando descubres amistades que creías olvidadas.
En el plano sentimental, de repente, te das cuenta de que la persona que te acompañaba no te comprende y no se corresponde en absoluto con la idea que tienes de amor y admiración. Parece que cuando sufres un trauma, las personas desaparecen, pero ¿por qué? ¿Será que ya no saben cómo tratarnos porque no somos las de antes? ¿Porque perdimos la identidad? ¿Porque siendo las mismas por dentro somos distintas por fuera y eso nos hace distintas sin más? ¿Será que nosotras también estamos estigmatizándonos o nos estigmatiza la sociedad? 
En el plano académico, antes era una chica que me dedicaba a estudiar -último curso de Licenciatura- en una ciudad distinta a la del domicilio familiar, y después del accidente ni me planteé volver a las clases, porque lo único que pretendía era mejorar mi aspecto. En una primera etapa no era autónoma porque necesitaba a alguien continuamente para moverme. En mi caso, esa persona era mi madre. ¡Qué sería de nosotros sin los padres! 


Pero siempre hay un resquicio por el que se cuela la esperanza, una oportunidad para hacer que se cumpla nuestra voluntad, en la que nuestra actitud es primordial. Nunca olvidaré a aquella compañera de la Facultad que se encargó personalmente de remitirme todas las semanas por correo ordinario los apuntes de todas las asignaturas. Al principio –lo reconozco- se acumularon en los rincones porque los estudios no eran mi preocupación por entonces. Después, una llamada de un profesor que me animó a continuar despertó nuevamente en mí la curiosidad. Pero lo que realmente propició que retomase el último curso de la licenciatura fue el hecho de que mi cirujano plástico de entonces me dijera: “O apruebas la mitad en junio, o no te opero. Yo no pierdo nada. Tú sabrás”. Estas palabras se repetían en mi memoria como un eco y fueron las que provocaron que empezara a preparar algunas asignaturas para la convocatoria de junio.
Me parece que cualquier persona que haya sufrido un trauma emocional, del tipo que sea, debe tener una vía de escape, una puerta de salida para escapar de las emociones, de las experiencias y reconstruir el futuro, para algunos será la música, la literatura, para otros el deporte. Creo que la autocompasión y la apatía deben ser ahuyentadas y se debe buscar un algo que nos motive y nos ayude. Porque si no nos ayudamos nosotros, ¿quién lo va a hacer?

sábado, 26 de octubre de 2013

TRANSPLANTE DE CARA

Hoy traigo una noticia sobre los últimos avances quirúrgicos en transplantes de cara aparecida en “Los Tiempos”. Se trata de una joven china a la que le habían implantado en el pecho tejido extraído de la pierna:
Una joven de 17 años de la provincia de Fujian (sureste de China) ha recibido un trasplante completo de cara, después de que el nuevo rostro se le hubiera implantado en el pecho durante unos meses para que creciera.
La muchacha, Xu Jianmei, residente en una pequeña aldea de pescadores, quedó gravemente desfigurada en un incendio cuando tenía cinco años, en el que perdió los párpados, la barbilla y parte de la oreja derecha, informa hoy la agencia oficial china, Xinhua.
La niña no recibió tratamiento durante los primeros años debido a la falta de medios económicos de sus padres.
El año pasado, los médicos propusieron crearle un nuevo rostro a partir de tejido extraído de la pierna y que se implantaría para que creciera en el pecho de la menor.
"Primero le extrajimos tejido de la pierna y se lo implantamos en el pecho. Entonces le insertamos un extensor de piel bajo el tejido cutáneo donde se implantó el de la pierna, de tal manera que pudiera expandirse y producir la piel suficiente para la cara nueva", declaró el cirujano que llevó a cabo la operación, Jiang Chenghong.
 

La última fase de la operación quirúrgica se completó ayer, cuando se trasplantó con éxito el nuevo rostro a Xu.
Los médicos calculan que las heridas causadas por la operación sanarán a lo largo de las próximas semanas.
"Con su nueva cara, podrá expresarse de manera más precisa. Incluso podrá sonrojarse cuando se emocione", aseguró Jiang, quien no obstante, advirtió de que llegar a ese punto "puede llevar mucho tiempo".
El trasplante de cara a Xu se produce después de que en septiembre se revelara que otro ciudadano de Fujian, un varón, había recibido una nariz nueva que le creció durante meses en la frente.
En este caso, la nueva nariz del paciente se formó a partir de tejido que se le extrajo de las costillas.
Este tipo de trasplantes son aún relativamente inéditos y sólo se han llevado a cabo diez de ellos en China hasta el momento.

martes, 22 de octubre de 2013

ESTOY DESFIGURADA, ¿SEGUIRÁS CONMIGO?

Entre las noticias de estos días encontré un artículo de Jaime Socueva en La Razón.es sobre María de Villota. Este artículo suscita cuestiones relevantes en la vida de alguien que ha sufrido un grave traumatismo facial. Creo que es revelador porque María de Villota se planteó preguntas que todos los traumatizados faciales nos hacemos en algún momento, como ¿encontraré a alguien que me quiera ahora?, ¿seguirá conmigo la persona que me quería con mi rostro anterior? 
Con esta entrada inauguro una nueva categoría en el blog dedicada a las noticias sobre temas relacionados con traumatismos faciales. De esta forma, el blog será también una puerta a otras habitaciones de experiencias vitales, avances científicos, declaraciones de especialistas o cualquier otro hecho que pueda ser de interés o actualidad.
Os transcribo el artículo a continuación, y la negrita es mía para recalcar aquellas palabras que me parecen más significativas:
En «El beso más pequeño», la última novela de Mathias Malzieu, su devastado protagonista dice tener un agujero de obús en lugar de corazón. Ese sentimiento de violento vacío, como si una bomba hubiese volatilizado tu motor biológico hasta reducirlo a un yermo cráter, es el que ahora ha anidado en el pecho de Rodrigo García, ese hombre infinitamente discreto que había supeditado su nombre al de su brillante y ejemplar esposa, María de Villota. Ella, cuya vida ha girado durante los 32 primeros años alrededor de los automóviles de competición, tuvo anteriormente otras relaciones con personas también ligadas de alguna forma al mundo del automovilismo. Algún antiguo piloto de monoplazas, como ella, que podría haber llegado a la F-1 con un poco de ayuda económica. Pero Rodrigo era diferente. Su historia de amor era distinta. María acudió un día a un centro de preparación física para mejorar su forma debido a las exigencias que impone pilotar un Fórmula Uno. Allí, en Oxígeno Training –empresa de la que él es socio–, se conocieron, conectaron de inmediato y Rodrigo pronto pasaría de ser su entrenador a su novio. Sin embargo, desde el primer momento el preparador quiso permanecer a una prudente distancia de la trepidante carrera deportiva de su pareja. Lejos de los focos y las apariciones en la prensa. En un discreto segundo plano. Él también era un deportista, pero con un perfil muy diferente.

«Si me dejas, lo entenderé»

Y en esta etapa de sus vidas llegó el accidente. La fatídica prueba con el Marussia que, por una serie de circunstancias desgraciadas y en cadena, terminó de la peor manera posible. Durante todo el proceso de las múltiples operaciones que sufrió María para recomponer su cuerpo, Rodrigo no se separó de ella. Un día la piloto –cuyo coraje es ya de sobra conocido– se plantó ante él y le hizo la pregunta más angustiosa de su vida: «Rodrigo, estoy desfigurada. ¿Quieres seguir conmigo? Si me dejas, lo comprenderé perfectamente». Y en esos inquietantes segundos de incertidumbre que parecen eternizarse, María de Villota se encontró con una respuesta firme, clara y contundente: su novio le dijo que seguiría a su lado siempre. Y ella, colmada de felicidad, le aseguró: «Si me quieres así como estoy, entonces juntos podremos con todo». Y así fue. A los pocos meses, Rodrigo le dijo que quería casarse con ella y celebraron en Santander el día más feliz en sus vidas. Estaban llenos de planes. El más deseado, y que se planteaban de manera inmediata, era el de ser padres. Sin embargo, un derrame cerebral provocado por las secuelas del accidente cortó de raíz su futuro. La ex piloto falleció mientras dormía, sin sufrir, sin darse cuenta. En las últimas semanas se quejaba de un dolor de cabeza casi permanente, que terminó de la forma más trágica.
Rodrigo recibió la noticia cuando pasaban pocos minutos de las siete y media de la mañana del viernes 11 de octubre. Una llamada inesperada le despertó cruelmente de su sueño. La información que le dieron fue dura, devastadora, concisa. A más de quinientos kilómetros de su casa, su recién estrenada esposa yacía sin vida sobre la cama de un hotel de Sevilla, ciudad a la que había viajado para presentar su libro, «La vida es un regalo». No había signos de violencia ni fármacos alrededor. Sólo le pudieron dar estas pistas. Importantes, porque alejaban cualquier sospecha de muerte violenta. Rodrigo reaccionó con rapidez. La comunicación con sus suegros fue inmediata. Ya lo sabían. Emilio e Isabel, los padres de María, son un matrimonio ejemplar con firmes convicciones religiosas, que saben afrontar los reveses de la vida de frente. Ya lo hicieron ante el terrible accidente de su hija y están demostrando su enorme temple en los últimos días. Toda la familia, incluidos los hermanos de María, emprendieron un rápido viaje a la capital andaluza para velar el cuerpo de la única de la saga que logró seguir los pasos de su padre hasta la máxima especialidad del automovilismo deportivo. A sus 33 años, María había llegado a la meta, pero con una prórroga de un año y tres meses sobre lo que, a la vista del accidente sufrido, habría sido su lógico final. Y esos fueron los quince meses más intensos de su existencia.


En esta segunda oportunidad que le dio la vida había conseguido una popularidad enorme en un plazo de tiempo muy corto. Todo lo que hacía era noticia en los medios informativos. Desde una jornada de compras hasta cuando daba conferencias sobre su experiencia de vida y su capacidad de superación. Los contratos se multiplicaban y su imagen era utilizada por marcas de prestigio en varios campos. Tampoco descuidaba la ayuda a los demás, ya que también promocionaba desinteresadamente algunas fundaciones destinadas a mejorar e investigar sobre enfermedades infantiles. «Son los más inocentes y me vuelco en su ayuda», comentó hace poco más de dos semanas en la presentación de la remodelación del circuito del Jarama. Nadie esperaba el precipitado final. Pero Rodrigo, junto con la familia de María, tuvieron que reaccionar. Decidieron incinerar el cuerpo de la piloto en Sevilla y evitar así los farragosos trámites del traslado del cadáver. El posterior funeral, celebrado el martes en la madrileña iglesia de los Dominicos del barrio de Sanchinarro, contó con una asistencia masiva. Muchos cientos de amigos de María quisieron rezar una última oración en su memoria y estrechar la mano de sus más próximos. Emilio, el padre, dio la cara como representante de la familia. Rodrigo, sin embargo, se quedó unos pasos por detrás, en el papel discreto que siempre ha mantenido durante su unión con la ex piloto. Las cenizas de María descansarán para siempre posiblemente en Santander, cuyos paisajes guardan el origen de su apellido y de su familia. Una tierra que la pareja amaba profundamente y a la que se escapaba siempre que tenían un rato libre. Allí precisamente celebraron su boda hace ahora tres meses. Frente a la bahía y la península de la Magdalena. Ahora, ese horizonte parece totalmente distinto. Y Rodrigo, que desde el primer momento supo conectar como un miembro más de los Villota, se ha abrigado en los brazos de su familia política, quienes le quieren como a un hijo. Los padres y hermanos de su esposa han sido su mayor ayuda desde el fallecimiento y no se ha separado de ellos, aunque siempre se mantenga en un segundo plazo. La discrección es su constante. Viudo a los tres meses de su boda, la huella de una mujer con la personalidad y el empuje de la ex-piloto de F-1 será ya imposible de borrar en su vida.
La otra (y desconocida) boda de la piloto
Fue un extraño episodio de su vida, una decisión quizá precipitada por esa alocada juventud a la que no tardan en salirle reproches. Quizá por ello la ex piloto ni siquiera quiso reflejarlo en «La vida es un regalo», el libro cuya presentación acabó siendo póstuma tras su trágico y repentino fallecimiento en un hotel sevillano a consecuencia de las secuelas que le había dejado el gravísimo accidente que sufrió a los mandos del Marussia. María de Villota sostenía, después de aquello, que la vida le había dado una segunda oportunidad y aquel capítulo de su biografía, con la perspectiva del tiempo, parecía casi insignificante. Y es que antes de que la ex piloto le diese el «sí, quiero» a Rodrigo García, pasó por el altar con otro hombre, cuando tenía 26 años. De hecho, al no conseguir la nulidad eclesiástica de aquel primer enlace, su boda con Rodrigo se celebró en el Palacio de la Magdalena en una ceremonia civil oficiada por el propio alcalde de la ciudad. Su fugaz y primer matrimonio no tenía nada que ver con éste. De hecho, casi nadie en el ámbito del motor recuerda hoy el nombre de aquel hombre que consiguió llevar a María al altar en 2006. Ajeno al mundo del automovilismo, el idilio con su primer esposo se terminó apenas un año más tarde, con el consiguiente disgusto familiar, ya que los Villota son personas con fuertes convicciones religiosas. Aquella primera boda fue muy diferente a la actual, aunque también se celebró en un ambiente íntimo y familiar. Sin embargo, parece que la pareja no terminó de adaptarse a su nueva condición de casados y la relación no llegó a buen término. Quizá por eso María restaba importancia a aquel episodio de su vida y siguió adelante centrada en sus sueños profesioanles, que un día le llevaron a conocer a Rodrigo, quien entonces sólo era un preparador físico y que, sin embargo, llegaría a ser el hombre de su vida. Como aquella frase de «Rayuela»: «Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos», la chispa entre ambos surgió desde el primer instante. El grave accidente de María –su dura recuperación, la incertidumbre y su consiguiente temor a mirarse en los espejos –sólo fue un pequeño catalizador de sentimientos: les reubicó en el mundo sabiendo lo que el uno era para el otro, descubriendo en cuestión de segundos lo que, por desgracia, al común de los mortales les lleva toda la existencia. Quienes la conocieron saben que de María era fácil enamorarse: demostró que su genuino carácter de gladiadora no era incompatible con esa sonrisa que siempre bailaba en sus labios. Su viudo, que atraviesa uno de los momentos más difíciles de su vida, lo sabe: conocerla fue el mayor regalo.

viernes, 18 de octubre de 2013

CASILLA DE SALIDA

Voy a contar un poco de mi experiencia personal. Tras sufrir el accidente de tráfico, las primeras cirugías de más de 12 horas de operación, las visitas en el HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) de mis seres queridos, llega el momento dramático de enfrentarse al espejo, de cuestionarse “¿por qué yo?” e intentar asimilar ese nuevo rostro, tan deforme y repugnante como desconocido a la vez. ¿Qué hacer cuando un doctor que te operó, y que se refiere a ti como "La Frankenstein", te dice que ya no se puede hacer nada más, que lo único que queda es darme el alta hospitalaria y buscar “un cirujano plástico en las páginas amarillas, para ver si se puede hacer algo”, pero te reconoce que es un proceso a muy largo plazo? Para una chica de 21 años es muy difícil asimilar que nadie sepa darte respuestas, que todo te lo tienes que buscar tú si quieres mejorar, y si no, renunciar a todo y quedarte como estás.
Después, de vuelta en el domicilio, quedan jornadas enteras mirándose en el espejo para ver si se advierte alguna evolución en las heridas. Aunque cada cinco minutos me pusiera el ungüento dispensado en el almacén del HUCA, nada rebajaba las numerosas marcas -de todos los colores y texturas- ni reducía el dolor. Esa etapa duró dos años, dos años en que mi vida se reducía a una habitación y al salón de la casa. Durante este largo tiempo me quedaba en el sofá con un espejo de mano entre las dobleces del respaldo, y lo cogía constantemente para examinarme la cara y echar crema en las cicatrices, esperando que mejorara algo el color. Solamente salía para realizar los exámenes del último curso de carrera o las operaciones de cirugía plástica y maxilofacial y el seguimiento postquirúrgico de las mismas. Aunque los médicos me decían “hay que esperar”, “todavía está reciente”, “entre operación y operación hay que esperar un mínimo de seis meses”..., en mí permanecía siempre la misma constante: aguardar a que llegara el momento de la próxima cirugía y aferrarme a la idea de que todo iba a mejorar de ese modo. 

  
Hasta que llegó el día en que me prometí que tenía que cambiar la actitud, que debía hacer algo por mí, porque no podía centrar mi vida en esperar a que se fijara la próxima operación –que nunca acababa de llegar-. En esos momentos la noción de tiempo es algo ajeno, nada concreto ni certero. Ese día fui al Instituto de Educación Secundaria de mi localidad y pregunté por los Ciclos Formativos de Grado Superior que se ofertaban allí y me matriculé en el de Administración y Finanzas y, a la vez, me matriculé en el primer curso de Doctorado, aunque la asistencia a las clases no fuera continua al tener que acompasarlo con las distintas operaciones. Pero esta decisión fue muy importante, porque aunque me estaba exigiendo mucho, esto permitió que el tiempo avanzara un poco más rápido -claro está, subjetivamente-.
Un apoyo fundamental en estos casos es la figura de un psicólogo. Lamentablemente, sobre esto no puedo decir nada, ya que yo no acudí a ninguna ayuda profesional. Estuve bastante tiempo encerrada en casa. Habría sido muy importante contar con un psicólogo, habría sido un apoyo más, porque guardan el distanciamiento justo y porque hoy sé que te ayudan a afrontar la nueva etapa, las limitaciones, la crisis existencial...

lunes, 14 de octubre de 2013

HIJOS DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Es básico ser consciente de que el concepto de belleza o fealdad es diferente según la cultura de que se trate, pues es la cultura la que nos enseña, entre otras cosas, qué es lo bello y lo feo.
Los expertos aseguran que la imagen corporal comienza en la infancia. En una educación temprana, los niños de edad preescolar se van formando una idealización física de cómo se ha de ser para tener éxito. ¡Quién no recuerda los cuentos de Cenicienta o Blancanieves que nos describen a las buenas más guapas que las malas! 


También la familia nos enseña, desde muy pequeños, qué es lo bello, qué no lo es, a quién nos parecemos, o qué consideración estética o atractivo tiene una persona. Algunos autores explican que los niños desarrollan muy pronto preferencias por determinadas apariencias físicas y formulan juicios más negativos sobre personas con un físico diferente, “no aceptable” socialmente.
¡Y cómo no, las amistades! Junto a los anteriores, asumen e imitan los modelos sociales impuestos, por un lado, y pueden amplificar los defectos de una persona, por otro. Sufrir burlas o ser criticado en el círculo de amistades por la apariencia tendrá una influencia enorme en el desarrollo de una persona.
Todo ello, unido a la presión cultural que se ejerce desde los medios de comunicación (no hay más que fijarse en los anuncios de televisión, revistas...) magnifica la importancia sociocultural del atractivo, que sólo promete la felicidad y el triunfo a personas esbeltas, perfectas, populares, deseables, sin defectos, estigmas o amputaciones.
Pero ¿qué sucede a las personas que naciendo “normales” y viviendo en una sociedad que les calificaría como “aceptables” físicamente, se transforman en “bichos raros”, en “monstruos” por un suceso o trauma del tipo que sea? ¿Qué pasa cuando un día te despiertas y ves que el espejo devuelve un rostro que no se corresponde con la imagen mental que uno se representa de sí mismo?
A pesar de que vivimos sumergidos en la misma cultura no todos nos vemos afectados de la misma manera. Personas que hemos pasado por situaciones tan trascendentales necesitamos ser entendidos en los círculos más cercanos (familia, amigos), pues nuestras actitudes y emociones pasarán por distintas fases hasta la asimilación de ese nuevo “yo”. También es justo que se describa detalladamente este proceso desde otras disciplinas como la medicina, la psicología, la antropología, etc... El choque entre el “ser” de antes del suceso y el “estar” de después exige un volver a nacer en una sociedad compleja donde se pueda pasar inadvertido.
Y quizá también los traumatizados debemos resetear, olvidarnos de quiénes éramos antes, y centrarnos en lo que podemos ser ahora, apreciar que la comprensión y la empatía que, a veces, reclamamos de la sociedad deben ser retroalimentadas desde todas las posturas. Es necesario por nuestra parte un feed-back que pueda ayudar a recomponer las vidas. Es posible un volver a empezar que se construya, fundamentalmente, desde la educación, el respeto y la tolerancia, donde la apariencia y las marcas sean tan inapreciables para todos como el reflejo de un espejo completamente opaco, porque, la mayoría de las veces, la cara no es el espejo del alma.

sábado, 12 de octubre de 2013

PRESENTACIÓN

Desde hace quince años mi mundo se centra en mejorar mi imagen facial, por todas las implicaciones que conlleva no tener un rostro aceptable para la sociedad. En 1998 sufrí un accidente de tráfico que me ocasionó graves secuelas en el cuerpo que aún arrastro, siendo las más visibles las cicatrices en el rostro.
Después de pasar por varias etapas inevitables: personales, tras numerosas cirugías plásticas y reconstructivas, sociales -con la pérdida de "amistades" y el encuentro de personas leales a todos los niveles, especialmente entre el personal médico-, o culturales, pues los estudios en Antropología Social y Cultural me hicieron darme cuenta de muchas cosas. Así, en mi experiencia y en mi identidad corporal se han ido conjugando tres elementos claves como son la influencia de la cultura contemporánea sobre el cuerpo, el padecimiento de unos problemas concretos y las intersecciones que se han dado en mi identidad, quién soy.
Desde hace poco tiempo me veo en la posibilidad de quererme tal y como soy, y siempre quise establecer una vinculación con gente que, como yo, haya sufrido este tipo de traumas y aunque las trabas no han sido pocas, ahora y desde aquí podemos crear un vínculo importante y hacernos "visibles" a los demás, no como monstruos sino como personas susceptibles, que sufrimos, que padecemos, algo que nuestras personas allegadas muchas veces no logran controlar o no saben gestionar.


Mi pretensión con este blog no es otro que ser un punto de encuentro, unión y ayuda mutua entre toda la gente que ha sufrido traumas faciales de diversa índole: desde marcas severas en el rostro hasta cáncer facial, y pérdidas de tejidos blandos del rostro, como labios, cejas, pómulos, etc. pues son muchas las cuestiones, preguntas, dudas... que surgen en cada proceso y la sociedad no entiende o que nosotros apreciamos. También serán bienvenidas todas aquellas personas que sufren algún tipo de trauma físico, no necesariamente facial (cicatrices corporales, pérdida de algún miembro, quemaduras...), porque esta clase de trauma físico puede afectar al desarrollo psicológico y social de una persona.
Aunque la idea de este blog surge hace tiempo, es hoy día 11 de octubre de 2013, cuando la quiero llevar efectivamente a la práctica, pues la inesperada muerte de María de Villota me dio el empujón final para lanzar este proyecto que - espero- cumpla con la finalidad de apoyo entre todos.